El pasado presente
El libro más acerado y crítico sobre Lima, escrito por Sebastián Salazar Bondy ¿Ha cambiado la capital con el paso del tiempo?
El 4 de febrero se cumplieron cien años del natalicio de Sebastián Salazar Bondy, dramaturgo, periodista cultural y entusiasta promotor editorial de mediados del siglo XX.
También coincide este 2024 con los sesenta años de vida de Lima la horrible, tal vez su libro más famoso por la descarnada y aguda visión que dio de la capital peruana.
¿Por qué ha sobrevivido al paso del tiempo un ensayo tan personal y severo, que incluso tuvo una adaptación gráfica? Porque contiene una de las interpretaciones más certeras de la realidad capitalina. Y por extensión, del país.
Antes de entrar en materia, Lima la horrible no es una condena del pasado, pero sí una condena de la fantasía que erigieron de él las élites limeñas. El autor la denomina Arcadia Colonial, el mito de una ciudad magnífica; celebratoria, pero excluyente, y en resumidas cuentas, falsa, que se propone desmontar.
“La estampa que de ella, en artículos, relatos y ensayos, se nos ofrece se conforma de supuestas abundancias y serenidades, sin que figure ahí la imaginable tensión entre amos y siervos, extranjeros y aborígenes, potentados y miserables, que debió tundir, por lo menos en su trasfondo, a la sociedad” (p. 13)
La tarea de desmitificar aquel paraíso comienza con una especulación sobre el origen de esa extraña nostalgia. Apunta a Ricardo Palma, a la visión distorsionada que dio sobre Lima en sus Tradiciones peruanas.
También al criollismo -una suerte de nacionalismo- que, por definición, excluye a los indígenas. Solo puede ser criollo el limeño que adula, es hipócrita, recurre a la intriga y la corrupción. Valores -en realidad son antivalores- siempre moderados con el rótulo de "viveza".
Así, los limeños se perfilan en la absurda división de “vivos” y “tontos”. Entre quienes alteran la balanza en el mercado, los que plagian, los que desnaturalizan la función pública, los que son corruptos, los que se salen con la suya y los que no.
Ese pasado tan presente en la cotidianeidad de las limeños lo contamina todo. Se encuentra en la literatura, en la cocina, en la arquitectura, en la música (los valses, en particular), y principalmente en la religión y la educación.
Los principales responsables de esta historia, esta metáfora que seda a los ciudadanos son las "Grandes Familias" ¿Por qué? Por el temor, “como han vivido siempre, de cualquier brote de descontento y violencia” (p. 20).
Ellas elaboraron o dulcificaron el pasado con ritos, iglesias, cuadros barrocos, tradiciones y bailes para mantener segregados a los indígenas y mestizos. En otras palabras, ejercieron el poder para separar y no para unificar.
Más allá de las denominaciones, equivalen a lo que hoy llamamos oligarquías o élites que tuvieron como único fin conservar sus privilegios.
Rechazar lo nuevo
La puntería de Salazar Bondy llega alcanza apellidos conocidos: Riva Agüero, Miró Quesada, quienes en defensa de las "costumbres" continuaron ensalzando un pasado que no existió, o mejor dicho, uno que fue benevolente para pocos. Solo para ellos.
Por ejemplo, lo nuevo fue calificado por Luis Alayza y Paz Soldán de "aberración inconcebible" cuando la mujer limeña quiso abandonar las modas locales y elogiada cuando usaba trajes de tapada y saya en 1858, aunque fuera solo para festividades religiosas (p. 74).
Lo que se buscaba era evitar -desde las páginas de El Comercio, cuenta el autor- que las mujeres ganaran autonomía e independencia en sus decisiones.
En contraposición, se trasluce una idea de Salazar Bondy, en parte idílica, de restablecer o buscar una forma de vida similar a la prehispánica, diferente de las élites criollas. Más cercana a un sistema comunitario y armonioso.
¿Era o sigue siendo necesario alcanzar ese ideal? Sí, pero el autor no admite, como sí lo hace con el calco del sistema de vida que hizo Lima de España y sus influencias moriscas y árabes, que es casi imposible trasladar el modo de vida de una ciudad a otra, del pasado al presente.
O en todo caso, si esta es posible, resulta imperfecta o caricaturizada.
La Lima de hoy
Esto nos conduce a la psicología de los limeños. La capital vive sin accidentes geográficos ni climas hostiles que finalmente han amansado a su población hasta volverla indiferente, pasiva y mediocre.
Su andar ante la vida no irrita ni tampoco es apasionada, solo disimula. Es amante de las formas y partidaria de las apariencias, del "mimetismo oportunista". Los calificativos son duros y fatalistas, pero apelables.
“No reina en Lima la abierta controversia sino el chisme maligno, no ocurren revoluciones sino opacos pronunciamientos, no permanece el inconformismo sino que el espíritu rebelde involuciona hasta el conservadorismo promedio. (…) En tanto, el limeño sigue siendo quien acepta, con apenas una ironía en los labios o un chascarrillo contingente, los abusos de los poderosos, la impúdica corrupción de los políticos, la absolutista voluntad de la minoría voraz. (p. 47-48)
Lima la horrible es principalmente ensayo, la visión personal de una Lima cuya belleza y pasado gloriosos se cimentan en falacias, en profundas desigualdades y fisuras. De allí su carácter "horrible".
Esta condición tiene una base moral que inicia en la ciudad y se extiende a sus gentes, se expresa en manifestaciones colectivas, artísticas, sociales y políticas. Luego, es una denuncia porque el escritor es sensible a esa realidad que desgrana para que sea vista por todos: “Mirar cara a cara el horror y denunciarlo” (p. 9).
En suma, el estilo de Salazar Bondy es claro, con algunas palabras en desuso por el paso del tiempo, pero que resulta legible sin necesidad de recurrir tanto a categorías hoy tan explotadas como "narrativa" o "discurso".
Hay también una inclinación constante al uso de los adjetivos. El tono encendido, indignado, recuerda al de Manuel González Prada, aunque mucho mejor documentado.
En todo el libro predomina, asimismo, la valoración social, pues si hubiese que hacer una literaria o incluso historiográfica, no se condenaría tanto a Ricardo Palma, Raúl Porras Barrenechea u otras plumas.
¿Contrasta seriamente esa visión de hace 60 años con la Lima de ahora sepultada en asfalto, con edificios todavía más grandes y de clases sociales discriminadas y sin igualdad de oportunidades? Un poco, pero en esencia, se conservan los mismos problemas.
Problemas literales como el delirio que propuso el alcalde Rafael López Aliaga de retrotraer el Centro Histórico de Lima a los tiempos de los carruajes o que son más los pobres en todo el país desde 2023.
Sin embargo, para matizar estas penalidades hoy tenemos una ciudadanía más despierta, conocedora de sus derechos y con más instrumentos de protesta. De lo contrario, la presidenta Dina Boluarte no tendría hoy el 7% de aprobación nacional que es materia hasta de chistes internacionales.
En algún tiempo no muy remoto, Lima fue pastiche, imitación, pero desde las olas de inmigrantes que llegaron en los años treinta y se consolidaron en los sesenta del siglo pasado, podemos hablar en cambio de un sincretismo, de una convivencia difícil.
Y sobre todo, que Lima ya no tiene una sola identidad, sino varias.
Si te gustó el contenido, recuerda que también puedes contribuir económicamente a esta iniciativa con los siguientes medios de pago:
Yape/Plin: 954 855 596 (a nombre de Alonso Collantes)
Nro. cuenta BCP: 19197907314074
Nro. CCI BCP: 00219119790731407455
Paypal: paypal.me/piedepagina